Después de un típico encuentro con la autoridad femenina, en vez de gritar, insultar, patear, golpear y golpearme como suele ser, simplemente me arrinconé y lloré. Creo que porque vi la razón en sus ojos, el odio y el rencor, el cansancio. Hoy, oficialmente, es el día en el que me perdí a mi misma. No sé si para bien o para mal.
